
En 1918, y a la edad de 62 años, murió William Reese, el más famoso vendedor estadounidense de libros raros. Según Andy Newman (2018), su conocimiento enciclopédico de libros y manuscritos le hicieron figura de respeto entre los colegas de “Americana”, la apreciada sección que incluye cosas asociadas con la cultura e historia de Estados Unidos, particularmente de los viejos tiempos. En libros, entra todo lo antiguo sobre afroamericanos, arqueología, guerra mexicana, leyes, viajeros, lenguas indígenas, navegación, guerra civil, fundación de USA, mujeres pioneras, humor antiguo, indios o estadounidenses cautivos, cartografía, botánica, esclavismo y abolición, y un gran etc-etc.
Por más de 40 años, desde su casa-librería de New Haven, inició tendencias, aconsejó a coleccionistas, museos y bibliotecas y puso en movimiento los mercados. Reese estaba consciente de que muchas cosas, entre ellas los libros y afines, podían pasar botadas en algún desván por años de años, sin nadie que se ocupara de ellas, hasta que alguien, como él, pudiera reconocer el potencial histórico o académico de esos pequeños descubrimientos. Por ejemplo, en 1974, compró en una subasta de muebles, por 800 USD, un mapa, que resultó ser uno de los cuatro mapas más antiguos de la ciudad de México. Posteriormente, lo ofreció por 18.000 USD, y solo cuando le aceptaron inmediatamente, se dio cuenta que lo vendió demasiado barato. Bueno, cosas similares a esta (aunque no de tanta magnitud) nos pasa a nosotros todos los días. Pero no hay que renegar de ello: al fin de cuentas, no podemos ser inteligentes todos los días.
Luego de graduarse en Historia en Yale, expandió su colección de libros a 18.000 volúmenes raros depositados en 2 casas, y 26.000 más en una tercera. Y andaba por el país buscando en cada pueblo algún librero o un aficionado que tuviera libros o documentos interesantes. También cumplía con otras tareas relacionadas con el “arte”, como averiguar quien vendió tal libro a quién y a dónde fue a parar el “ítem”a la muerte del último dueño. Y qué se vendió en las subastas de su tiempo y en las de los tiempos más viejos que él. O sea, el hombre veía un libro y se le iluminaba el alma. Como a algunitos de por aquí.
Reese era conocido como conferencista en universidades y clubes de anticuarios, y como asesor de una gran clientela internacional de coleccionistas e instituciones públicas, para la búsqueda y adquisición de libros raros. En 1977, estableció la William Reese Company (WRC) que contiene ahora unos 65000 items impresos, sobre todo de Americana, viajeros y un apreciable catálogo de primeras ediciones datadas desde el siglo XVIII hasta el presente. La WRC ofrece además becas para la investigación de la cultura de la imprenta y campos afines, y mantiene en la Universidad de Virginia una “Rare Book School”, temporada de 4 semanas de verano para estudiantes universitarios y vendedores de libros antiguos.
En un mundo de e-books y pdfs, que parecen arrolladores frente al libro “físico”, es gratificante constatar que todavía está vibrante el mundo de los libros antiguos, donde el movimiento libresco se ve en las ferias y las bibliotecas, impulsado por bibliófilos iluminados y por órganos de difusión de revistas especializadas como “Fine Books & Collections” en USA o “Le Magazine du Bibliophile” en Francia. AMDG decían los curas cuando terminaban de escribir sus libros “físicos”. Y ojalá Dios haya acogido en su gloria a Reese con toda su biblioteca y, de no ser posible que, al menos, le haya permitido entrar con uno de sus más preciados libros: la Biblia completa en hawaiano, publicada en 1843 (USD 7.500).
Cf. Andy Newman, 2018, William Reese, leading seller of rare books, is dead at 62. The New York Times, 15 de junio.
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